Nuestro invernadero (o invernáculo) es un lugar cerrado, estático y accesible a pie, que se destina a la reproducción de plantas. Está dotado de una cubierta exterior translúcida de plástico, que permite el control de la temperatura, la humedad y otros factores ambientales para favorecer el desarrollo de las plantas. En la jardinería antigua española el invernadero se llamaba estufa fría.

Aprovecha el efecto producido por la radiación solar que, al atravesar un vidrio u otro material traslúcido, calienta los objetos que hay dentro; estos, a su vez, emiten radiación infrarroja, con una longitud de onda mayor que la solar, por lo cual no pueden atravesar los plásticos  a su regreso quedando atrapados y produciendo el calentamiento. Las emisiones del sol hacia la tierra son en onda corta mientras que de la tierra al exterior son en onda larga. La radiación visible puede traspasar el plástico mientras que una parte de la infrarroja no lo puede hacer.

El plástico usado para un invernadero trabaja como medio selectivo de la transmisión para diversas frecuencias espectrales, y su efecto es atrapar energía dentro del invernadero, que calienta el ambiente interior. También sirve para evitar la pérdida de calor por convección. Esto puede ser demostrado abriendo la cubierta del invernadero: la temperatura cae considerablemente. Este principio es la base del sistema de enfriamiento automático por autoventilación. Para que esto se produzca de forma automática, contamos con una pequeña estación metereológica que nos permite controlar, entre otros factores, la temperatura del interior.

Muchas de las plantas que puedes observar, así como todas las flores de nuestros jardines son producidas en él; es sin duda uno de los lugares más importante de la Granja Escuela donde se desarrollan multitud de actividades programadas.